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En una encuesta que realizó el año pasado la empresa Consulta Mitofsky[1], para conocer el grado de confianza que los ciudadanos tienen sobre 14 instituciones del país, entre las que se encuentran: el IFE, el Ejército, las Universidades, la Iglesia, los medios de comunicación entre otras. Los partidos políticos ocupan el último lugar, el lugar 14.
Si observamos también la apatía que los ciudadanos muestran en los procesos electorales, en los cuales, por ejemplo, en las elecciones federales de 2006, el 41 % de los electores no fueron a votar y en 2009 el 55% de los mismos también decidió no votar por algún partido político[2]. Ambos elementos: la desconfianza y la apatía, sin duda son indicadores del descontento y la poca credibilidad que tienen los mexicanos en los partidos políticos; sobre todo, cuando los ciudadanos han probado el poder de su voto, cuando han logrado la alternancia de partidos en los poderes ejecutivo y legislativo, tanto a nivel federal, estatal o municipal, y sin embargo, los cambios en la forma de gobernar no son muy distintos entre un partido y otro.
Esto nos conduce a pensar que los partidos políticos no han sido lo suficientemente receptivos para escuchar y atender a la población y cuando los han escuchado, los partidos han hecho compromisos con la gente, han fijado promesas que muchas de ellas, siguen sin cumplirse.
Es por ello que el reclamo de que existan candidaturas independientes a los cargos de elección popular, al margen de los partidos políticos, es un reclamo razonable. Si la constitución política de los estados unidos mexicanos en su artículo 35 señala que todos los mexicanos podemos votar y ser votados, ¿por qué los partidos han mantenido el monopolio de las candidaturas? ¿Por qué han impedido que un grupo de ciudadanos organizados pueda promover candidaturas de personas que no militan o simpatizan con algún partido político? Seguro lo hacen porque no quieren perder el control del acceso al poder.
Hace apenas unos días, en el Senado de la República se aprobó en comisiones una reforma política que entre otros puntos, destaca la posibilidad de que los ciudadanos puedan competir en elecciones sin ser propuestos por un partido político. Es decir, alguna persona que logre tener la simpatía y una propuesta de gobierno que convenza a los electores, sin importar que no tenga militancia en algunos de los partidos, puede ser candidato y podría obtener el cargo en disputa, como son las presidencias municipales, las diputaciones federales y locales y también las senadurías y la presidencia de la república.
Aún falta un camino largo por recorrer en esta importante iniciativa que le dará más poder al ciudadano. Falta que el pleno del Senado lo apruebe y que la Cámara de Diputados también lo haga. Y por tratarse de una reforma constitucional, la mayoría de las legislaturas de los Estados también tendrían que votar su aprobación. Si esto lo logran antes del 30 de junio de este año, en 2012 podríamos ver candidatos independientes en las boletas electorales.
Esperemos que los políticos atiendan este viejo reclamo ciudadano, y que permitan, claro cuidando bien las reglas y los requisitos que tendrían que cumplir las personas que aspiran a un cargo bajo esta modalidad, avanzar para que los ciudadanos independientes de los partidos, puedan contender por el poder público.
Esta reforma política traería grandes beneficios, primero, los partidos tendrá que estar más en contacto con la gente, porque con esta reforma no serían los únicos que podrían postular candidatos, esto podría debilitarles su poder. Y por otra parte, las candidaturas independientes, vendrían a refrescar el sistema político de nuestro país, para poder ver nuevas caras.
La gran tarea será vigilar bien los recursos que utilizan estos candidatos en sus campañas y también, cuidar la equidad en la contienda, para que los candidatos independientes tengan buenas condiciones de competir y cuenten con posibilidades reales de ganar. Ya veremos que deciden los legisladores al respecto.
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